Dicen que recordar es vivir, yo no estoy de acuerdo con esta frase.La vida nos enfrenta a cosas malas y buenas, nosotros nos encargamos de tomar lo bueno y desechar lo malo, mis viajes de cada año me han ayudado a ser mejor como persona, poder dar lo mejor de mí, ayudar a los que pueda, ofrecer lo que pude ofrecer, dar sin recibir a cambio, aprender de aquellos consejos que me han dado. Gracias…muchas gracias a aquellas personas que en mi vida han estado, que en los viajes he compartido y espero seguir compartiendo…con afecto…David Zevallos *****Dicen que recordar es vivir, yo no estoy de acuerdo con esta frase.La vida nos enfrenta a cosas malas y buenas, nosotros nos encargamos de tomar lo bueno y desechar lo malo, mis viajes de cada año me han ayudado a ser mejor como persona, poder dar lo mejor de mí, ayudar a los que pueda, ofrecer lo que pude ofrecer, dar sin recibir a cambio, aprender de aquellos consejos que me han dado. Gracias…muchas gracias a aquellas personas que en mi vida han estado, que en los viajes he compartido y espero seguir compartiendo…con afecto…David Zevallos

sábado, 25 de agosto de 2007

El pasado 5 de junio fue día central de una de las celebraciones de mayor sincretismo en el Perú, la del Señor de la Estrella de Nieve, más conocido como Taytacha Qoyllur Rit’i, una peregrinación donde las naciones andinas rinden culto a los apus desde tiempos ancestrales y a cuya grandeza se ha incorporado la liturgia cristiana desde el siglo XVIII. Cada año recibe cerca de 50 mil personas.
En su interior no hay cuadros colgados ni hay imágenes. No hay altares en los costados y todas las paredes lucen un blanco de rigor. Tampoco hay sacerdote. En este santuario, quizás el más austero de los Andes, lo único que destaca es un espacio poco iluminado, al fondo, donde los fieles disponen cientos de cirios que lo alumbran débilmente: es el altar del viejo Señor de Qoyllur Rit’i, pintado sobre una piedra, a cuyo alrededor se sienta un grupo de peregrinos llegados desde diversos lugares del sur andino.
En su mayor parte son nacioneros, es decir miembros del Consejo de Naciones Peregrinas al Santuario —cuyo presidente actual es el caporal de los qhapaq colla—, aunque también se ve representantes de la hermandad del Qoyllur Rit’i, agrupación mestiza fundada en 1930. Este grupo de personas sólo es preludio de un grupo mayor: fuera del santuario se congregan miles de recién llegados, como mínimo 50 mil, comuneros sobre todo, aunque cada año es mayor la cantidad de mestizos y turistas llegados desde diversos poblados y ciudades, incluida Lima, para saludar al Taytacha de las nieves cada mes de junio, o de mayo, ya eso dependerá de la Semana Santa, pues la cele­bración del Qoyllur Rit’i es una fecha móvil que se realiza 58 días después del Domingo de Resurrección —y dos días antes del Corpus Christi.
El santuario se ubica a casi 5.000 metros de altura en un paraje descampado, camino a las faldas del nevado Sinakara (distrito de Ocongate, provincia de Quispicanchis), desde donde puede verse al Apu Ausangate. Durante los tres días que dura la peregrinación, los altoparlantes del templo convocan a la gente a diversas ceremonias, dan cuenta de noticias, o dejan escuchar misas en quechua. Hay, además, un movimiento constante de personas, pues el peregrinaje no termina con la llegada al santuario. Custo­diados por decenas de ukukus —voluntarios disfrazados de osos, que hacen las veces de una guardia ritual—, los peregrinos continúan su ascenso y descenso del nevado, trayendo consigo bloques de hielo sanador que llevarán hasta la fiesta del Corpus, donde serán consagrados. Los peregrinos buscan, asimismo, la gruta de la Virgen de Fátima, en cuyos alrededores se organiza un segundo ritual: simular ser un banco donde se efectúa la compra y venta de inqaychus, vale decir miniaturas que represen­tan el deseo de cada familia para ese año, una chacra, un camión, una casa, un rebaño, incluso préstamos, y todo a través de billetes de broma, es decir, papelitos en blanco donde se ha escrito una cifra, aunque hay casos de foto­copias muy realistas de dólares norteamericanos.
Entre la gruta y el santuario queda un camino bordeado por cruces, estandartes y apachetas —montículos de piedras utilizados como altares familiares y que también pueden verse en la peregrinación al santuario de la Virgen de Chapi. Ya en la parte alta, el escenario es espectacular: miles de pequeñas carpas, artesanales o Coleman, grises o de colores, cubren las faldas del Sinakara y del Qolquepunco, simulando un extenso asentamiento humano donde las cruces y las banderas rojiblancas aparecen por todas partes.


CUSCO - PERÚ

LIMA HISTORICA

FESTIARTE POR EL SUR - VILLA EL SALVADOR